Manipulación o persuasión.
¿Qué técnicas se utilizan desde la política para convencer?
En plena campaña electoral, este episodio de Píldoras de Comunicación describe las principales técnicas de manipulación y define las diferencias entre manipulación, persuasión y comunicación asertiva.
TRANSCRIPCIÓN DEL EPISODIO:
Estamos en plena campaña electoral para las elecciones municipales y regionales, apenas un aperitivo para la cita electoral de las generales, que se celebrarán a finales de año. Como ya se sabe, en campaña los políticos se lanzan a difundir promesas, consignas, acusaciones a sus contrarios y todo tipo de mensajes, en una carrera por conseguir visibilidad, impacto y llamar la atención.
La campaña es el caldo de cultivo ideal para analizar diversas prácticas de comunicación, buenas y malas, de los distintos partidos y candidatos. Hay que tener en cuenta que cada partido sigue una estrategia diferente, en función de los resultados que espera alcanzar. Unos mantener sus posiciones de poder y otros conseguir mejores resultados y derribar al contrario y, para ello, intentan movilizar a sus votantes habituales para que no se queden en casa y voten y, también, convencer a los indecisos (algunos de los cuales son falsos indecisos, pero no declaran su voto).
Últimamente se habla mucho de manipulación: muchos políticos acusan a sus contrarios, ya sean medios de comunicación con una línea editorial diferente, contrincantes y líderes de opinión, de manipular, mientras, todos ellos intentan persuadir a su electorado.
Por eso, quiero comenzar fijando algunos conceptos clave.
La manipulación supone utilizar diversos medios (en este caso me ciño, únicamente, al ámbito de la comunicación) para distorsionar la realidad y la percepción de otras personas y así conseguir intereses particulares. Evidentemente, es un concepto y una práctica muy negativa, ya que no tiene en cuenta las necesidades, derechos ni deseos de la otra persona y utiliza tácticas engañosas.
Por otro lado, está la persuasión, que tiene un carácter muy diferente, ya que se trata de utilizar diversos mensajes y argumentos, de la forma más hábil posible, para modificar actitudes, creencias o comportamientos de otras personas. La diferencia fundamental con la manipulación es que en el primer caso hay una distorsión deliberada de la realidad y en este caso hablamos de presentar ideas y razonamientos de forma convincente y sólida, respetando la libertad de los demás, aunque, en ocasiones, la línea que divide ambos conceptos puede ser demasiado fina.
En un mundo ideal, todos deberíamos a aspirar a la asertividad, es decir, a comunicar nuestras ideas, sentimientos y necesidades de una forma clara, directa y respetuosa, sin agredir a los demás y sin miedo a que nos desaprueben o nos rechacen.
Hoy en día estamos en un permanente escenario de riesgo de manipulación, de la mano de las nuevas tecnologías, como la Inteligencia Artificial que, aunque supone un avance sin precedentes, mal utilizada puede ser una fuente de manipulación continuada. Pero esto no es nuevo. En 1938 Orson Welles ya provocó un pánico social sin precedentes con su famosa dramatización radiofónica “La Guerra de los Mundos”, que relataba una invasión extraterrestre de una manera tan realista y convincente que los oyentes no pudieron distinguir realidad y ficción.
Noam Chomsky, un importante intelectual y lingüista, definió 10 estrategias de manipulación y control social que, hoy en día, son ampliamente utilizadas. Seguro que reconocerás algunas de ellas.
En primer lugar, la distracción, es decir desviar la atención de los problemas importantes, mediante la difusión de informaciones de menor relevancia. El objetivo es mantener al público ocupado y sin tiempo para pensar. Esto, hoy en día, es potenciado a su máxima expresión debido a las redes sociales, por ejemplo.
En segundo lugar, crear problemas para después ofrecer soluciones. Esto es muy habitual en el ámbito político. Crear problemas que no existen o dar difusión a situaciones que actualmente no son un problema para generar un ambiente en el que la población acepte medidas para solucionarlos.
En tercer lugar, la gradualidad, que supone aplicar de forma paulatina una medida que, de otra forma, no sería aceptable. Es lo que ocurre con el famoso ejemplo de la rana a la que se mete en agua fría y, gradualmente, se va calentando el agua. El animal muere sin darse cuenta y sin hacer nada por escapar.
En cuarto lugar, diferir, que consiste en presentar una decisión impopular como necesaria para ser aplicada en el futuro. El público tiende a aceptar los sacrificios futuros mejor que los inmediatos, con la esperanza de que, si las cosas mejoran, dicho sacrificio será evitado.
En quinto lugar, infantilizar al público. El objetivo de tratar a la gente como si fuesen débiles, infantiles o poco capacitados, busca una respuesta sin sentido crítico, propia de personas con esas características.
En sexto lugar, usar un tono emocional. Como ya se sabe, los humanos tendemos a decidir con el corazón y justificar nuestras decisiones con la cabeza, por lo que llegar a tocar las emociones, permite inducir comportamientos con mayor facilidad.
En séptimo lugar, mantener al público en la ignorancia. Esto se está convirtiendo, lamentablemente, en un clásico: la continua injerencia de los políticos en la educación, normalmente para empeorarla. Un público ignorante, sin capacidad crítica y sin ambición por mejorar, siempre es más manejable.
En octavo lugar, promover que el público sea complaciente con la mediocridad, es decir, promover la incultura o la vulgaridad. Últimamente vemos como, desde algunos ámbitos políticos, se difunde la idea de que la meritocracia no existe y que, por tanto, el esfuerzo es innecesario, porque es inútil.
En noveno lugar, reforzar la autoculpabilidad, lo que consiste en hacer creer a la persona que únicamente es él el culpable de las situaciones que se producen en su vida, evitando que se revele contra cualquier sistema y se centre en su propia situación.
Por último, en décimo lugar, conocer al máximo al público, desde todos los puntos de vista, para poder ejercer un mayor control y poder sobre los individuos.
Seguro que eres capaz de reconocer ejemplos de una, varias o, incluso, todas estas prácticas.
Sin embargo, años antes que Chomsky y, aunque sea políticamente incorrecto nombrarlo, Goebbles, el famoso ministro de propaganda nazi, ya definió los principios básicos para manipular. Han pasado muchas décadas y algunos de estos principios se siguen utilizando hoy en día:
El primero, el principio de simplificación y enemigo único, es decir, elegir una única idea contra la que combatir, para centrar la atención.
El segundo, reunir a todos los adversarios en una única categoría, haciendo que todos parezcan lo mismo.
El tercero, el principio de transposición, cargando en el adversario los propios errores y respondiendo siempre con un ataque.
El cuarto, el principio de exageración, convirtiendo cualquier anécdota sin importancia en una gran amenaza.
El quinto, el principio de vulgarización, adaptando la propaganda al nivel más básico de comprensión. Es decir, dirigirse a la masa con mensajes que no requieran un esfuerzo mental.
El sexto, el principio de orquestación, limitando el discurso a unas pocas ideas que se repitan de forma constante y firme.
El séptimo, el principio de renovación, emitiendo informaciones y argumentos nuevos de forma permanente, variando el interés de la gente hacia diferentes temas.
El octavo, el principio de verosimilitud, intentando que la narrativa sea coherente y creíble, utilizando globos sonda (es decir, informaciones lanzadas para conocer la reacción del público) e informaciones fragmentadas.
El noveno, silenciar los temas sobre los que no se puede argumentar o que favorecen al adversario.
El décimo, el principio de transfusión, partiendo de mitos, odios y prejuicios tradicionales para apoyar argumentos.
Por último, el principio de unanimidad, convenciendo a mucha gente de que piensa como todo el mundo, creando un sentimiento de pertenencia.
Estas técnicas son utilizadas, en mayor o menor medida por los políticos, por algunos medios de comunicación y, también, por algunas empresas cuando las aplican a su comunicación corporativa. Prácticas muy negativas que se combaten con educación, cultura y pensamiento crítico.
Hasta aquí nuestro episodio de Píldoras de Comunicación. Espero que te haya resultado interesante y te espero en el próximo.