Se acerca el 8M, Día Internacional de la Mujer, un día en el que se conmemora la participación de la mujer en la sociedad y en el que se reflexiona y se reivindica la igualdad, A pesar de que, para muchos, este día se puede considerar como una celebración de los logros y avances sociales, hay riesgos a los que se debe prestar atención, dado que puede haber marcas, personas y entidades que se apropien de esta celebración por beneficio económico o por intereses concretos, ajenos a esta fecha. Esto es lo que se conoce popularmente como Purplewashing.
¿Qué es el Purplewashing?
El purplewashing es un término inglés que combina purple que, en su traducción al castellano significa “morado” y washing, que se traduce como “lavado”. Hace referencia a los mensajes de empresas, instituciones o productos que apelan o que promueven el feminismo o la igualdad de género, pero que, en realidad, son solo una estrategia para lograr un fin concreto, como el de conseguir más ventas, llamar la atención de un público determinado o mejorar su reputación o su imagen.
El Purplewashing es uno más de la gran gama de colores designados para indicar el tipo de lavado de cara que puede realizar una marca. Un ejemplo bastante habitual es el Greenwashing, relacionado con el medio ambiente y que fue precedente del Bluewashing y al que, finalmente, se unieron las reivindicaciones sociales como el Pinkwashing para designar el falso apoyo al colectivo LGTBI+ y el Purplewashing, protagonista de este post.
¿Cómo se puede identificar el Purplewashing?
Hay ocasiones en las que identificar si una marca se está subiendo, falsamente, al carro de un movimiento social, puede llegar a ser complicado y más, cuando la marca es poco conocida. A continuación, os indicamos cuatro formas de detectar el empleo de esta estrategia:
- Si utiliza el feminismo o la igualdad para ir en contra de otros movimientos sociales. Un ejemplo de ello puede ser el de aquellas marcas o entidades que utilizan un discurso feminista, pero, en realidad, discriminan a un colectivo por motivos étnicos o religiosos.
- Si dentro de un mensaje o discurso se incorporan micro-machismos, es decir, una acción, actitud o práctica que es machista, pero que no resulta demasiado evidente, en un principio, al ser algo sutil y que forma parte de una costumbre arraigada en la sociedad. También pueden aparecer como estereotipos o argumentos falaces. Un ejemplo de ello puede ser un argumento que justifique la brecha salarial diciendo “Las mujeres cobran menos porque gastan más tiempo cuidando de sus hijos.”
- Si la empresa utiliza discursos sobre la importancia del feminismo o la igualdad, pero, en su práctica, no cumple o no ejecuta nada de lo que previamente habían dicho en el discurso. Esta es la que probablemente sea la práctica más común, la más evidente y también se puede considerar la más replicada, en los hermanos del Purplewashing, que ya hemos mencionado en líneas anteriores. Un ejemplo de esta mala práctica sería el caso de una empresa o marca que defiende la paridad en los puestos de trabajo, pero su plantilla está únicamente integrada por hombres.
Las consecuencias para las marcas, personas o empresas que recurren a estas prácticas o estrategias son, habitualmente, muy negativas. De hecho, puede significar la pérdida completa de la confianza en su marca, un impacto negativo en su reputación de marca, la creación de una imagen de marca negativa, junto a una crisis de comunicación, que puede resultar complicada de gestionar.
Andrea Arroyo
Técnico de Comunicación en Avance Comunicación