La colisión de derechos está servida: por un lado, el derecho a la información y la libertad de prensa esgrimida por los medios de comunicación es sin duda uno de los pilares de cualquier país avanzado y de todas las democracias reales, por otro, lo injusto que supone para algunas personas implicadas en procesos judiciales (y normalmente pertenecientes al poder político, financiero, etc.) sufrir la llamada “pena del telediario”, sometiendo dichos procesos a la opinión pública, con el consiguiente desgaste de la imagen de los afectados.
Cada una de las partes defiende su parcela con vehemencia. Por un lado el Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, con su propuesta de reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que en su artículo 132 permite a jueces y tribunales vetar noticias en los medios de comunicación referentes a procesos judiciales, en un intento de proteger, según él, los principios de igualdad y de justicia y por otro, las fuertes críticas de los medios de comunicación y el frontal rechazo de organizaciones como la Asociación de la Prensa de Madrid, que acusan al Ministro de intentar recortar la libertad de prensa y que describen esta reforma como “la ley mordaza”).
Ni los unos, ni los otros. En este tema debería imponerse, como en tantos otros, la cordura, el sentido común y sobre todo un bien lamentablemente muy escaso: la ética profesional.
Sin duda, es inconcebible que en un país democrático se cercene el derecho a informar o la libertad de prensa mediante una ley que controle qué contenidos se pueden publicar o no, pero también es innegable que los medios de comunicación actúan según intereses empresariales e ideológicos que ponen el acento en las informaciones en concordancia con dichos intereses y que en ocasiones provocan consecuencias irreversibles para las personas afectadas.
En estos días se ha producido un buen ejemplo. El Tribunal Supremo acaba de archivar la causa contra el exministro José Blanco, es decir, a todos los efectos es inocente. Sin embargo, durante meses, algunos medios de comunicación cargaron las tintas sobre él no sólo desde el punto de vista político, sino también personal. José Blanco se apartó de la primera línea de la política nacional por estos hechos y eso es una consecuencia difícilmente subsanable.
Por ello, insistimos en la utopía: Ética. Esa es la clave.
Noelia Perlacia
Responsable de Comunicación y Eventos